AMÉRICA ES UN NOMBRE FEMENINO
Gerardo de
Mercator, en su mapa de 1538, parece ser que fue primero en distinguir entre la
América Septentrional, y la América Meridional. Y acompaña al mapa una leyenda,
que traducida a nuestro romance actual dice: Toda esta provincia fue
descubierta por mandato del REY de CASTILLA, no de la reina.
Y claro, toda
la teoría y la sociedad de intereses que en su día montaron el Vaticano con la
Reina Isabel respecto a las nuevas tierras y su santa propiedad, potenciado por
el clero-fascismo en contra de los descubridores navegantes portugueses, se
caía al traste, hasta que no la recogió el franquismo, y la potenció al máximo
desde el momento que el libro, la lectura, fue algo más habitual de lo raro y
extraño que había sido tradicionalmente, y lo es, en España.
Y claro, si el
belga Gerard Kremer, no se llamó Mercator, aunque a los intereses del papado le
viniese muy bien lo de italianizar su nombre, porque todo formaba parte de una
ingente maniobra lograda de que el nuevo mundo, las nuevas tierras que aparecen
grafiadas en la parte izquierda superior de un mapa que corriendo el año de
1.965 manifiesta tener y tiene en su poder la ciudad de Toronto, dibujado en el
año de 1.440, se ve claramente una tierra al otro lado de la mar oceana que es
denominada como Insula Vinlandia.
Decir que el
clero vaticano no ha jugado nada limpio ni decoroso ni honesto en los asuntos
de Las Indias, es no descubrir nada nuevo para aquellos que llevamos años
sumergidos en la tremenda maraña tupida, creada por los clérigos vaticanos,
siguiendo instrucciones, respecto de llamar a las cosas por su nombre verdadero
si no iban en la “línea que interesaba”; y, por supuesto, no dejar en evidencia
que su ignorancia y su cacareada infalibilidad vaticana, estuvo pareja, tal que
ahora, en no fomentar en nada el progreso, sino todo lo contrario.
Las Indias,
denominación de tierras femeninas, aceptadas en un principio por todos los
navegantes oceánicos, si el clero vaticano ya iba muy bien encaminado liando la
verdad para que una convivencia de progreso en la península Ibérica entre moros
y cristianos, con sus luchas guerreras habituales de la época, en un continente
entero, Euroasia y África, donde eran habituales, trucar y cambiar lo que había
sido una guerra entre dos religiones, la trinitaria vaticana y la monoteísta ibérica,
por una guerra de conquista territorial, el cambiar toda la nomenclatura de las
nuevas tierras oceánicas del poniente de la mar, no era un asunto a renunciar,
cuando el clero podía quedarse predominando sobre todo como un mecenas en el
origen.
Sabemos que el
“difundido y famoso” mapa del germano alemán Waldseamüller, donde decían que
apareció por primera vez la palabra América; resulta que de “famoso y difundido
que fue”, tan solo lo ha sido desde que los EE.UU, compraron, en 2001,
probablemente el único ejemplar que se conserva en el mundo, y su precio, por
tanto, es incalculable, lógico que uno se ponga en duda respecto a la “tremenda
difusión” de algo que nadie vio ni tuvo en sus manos, y si lo tuvo no le dio
importancia para conservarlo.
Si no es por
el historiador español Martín Fernández de Navarrete que en el siglo XIX
informó a los españoles de lo que aconteció en Las Indias, probablemente hasta
que no llegara el precio de los libros a ser asequibles para los bolsillos de
la gente de la calle, el mundo de habla hispana, a falta del soporte libro,
solo podía recibir información desde los altares en los sermones de los
domingos y días festivos. Y todo lo que “interesaba” se voceaba allí.
América, es un
nombre femenino de origen germánico, cuyo significado pueda encajar dentro del
concepto o la acepción de princesa heroica, o mujer inquieta amante del arte.
Y lo de
América por Américo Vespucio, es a la primera condición mentirosa a que se
llega cuando se estudia documentalmente el hermoso nombre femenino de América.
Salud y
Felicidad. Juan Eladio Palmis.
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