miércoles, 11 de noviembre de 2009

V E R S O S
A F L U E N T E S


Doscientas veinte páginas de versos que, como ríos afluentes que son todo verso en la vida del sentimiento de una persona, llegaron hasta mi cada uno con su caudal, con su estiaje, o el desbordamiento de un sentir muy sentido de aquellos que hacen que el río principal, deje de serlo por un tiempo indefinido y se vaya por el cauce del afluente.
Versos positivistas, porque la vida es río, aunque a veces más parezca ser rambla que baja agua a oleadas.

NANAS

Cantos de cuna

que me cantaban,

que nos cantaba

mi padre

a mi hermano Pepe

y a mi

los dos con edad

parejo en nanas.

“Estrellitas del cielo

subir,

estrellitas del cielo

bajar,

que mi Juan,

que mi Juan

y mi Pepe

van a hacer

nanita

ya”.

Nanas:

cantos de cuna

que mi padre

una y otra vez

nos dormía

a mi hermano

y a mi

nos cantaba.

Padre,

padre mío,

dónde estas

tú,

y dónde

está mi infancia,

dónde,

¿quien se la llevó,

y quien se llevó

a ti

en mala hora

y en mala entraña?

Nanas:

canciones

que los padres cantan

cuando están

enteros

aunque les duela

el alma.

¿Pero qué puedo cantar

yo

a los míos

si llevo la garganta

entera

llena de rabia?

A ti,

padre mío

no te tragó

la guerra,

pero te partió

el ánima,

porque tú

sí que tenias

realmente

anima,

y nada de pose

de los sin alma,

los de copón

y mezcla

de bota alta

con sotana,

y por matar,

muchas,

muchas medallas.

¿Qué nana

puedo cantar

yo

a los míos

si tengo en la garganta

por mucha gente

mucha rabia?

¿Y qué estrella

del cielo

va a bajar

o subir

a ver como

se duerme

mi rabia?

Nanas:

canciones

de cuna,

padre,

que las recuerdo

a menudo

aunque vaya

cuajado en canas.



SOLA

Volvió sola.

Se trajo desde debajo

del campanario

el son de la campana

metida

en las sienes,

la que dobla;

la que redoblando

dobla

que una mujer

¡ay!

se queda

sin marido,

se queda sola.

Treinta años,

viuda

y sola.

Treinta años

como veinticinco,

y aún más guapa

que las guapas.

Y sola.

El del colmado

le dijo

que tendría

hasta de sobra

con sus sobras.

Y el mismo cura

le prometió

consuelo

en una catequesis

particular

para ella

a solas.

Y un mozo

como un toro

de treinta yerbas

comidas,

cada vez

que caminaba

con la vista

la devoraba

como un pasto más

a comer

a cualquier hora.

Y vino;

y volvió sola.

Se quedó sola,

Viuda,

y por mucho tiempo

no traspasó

puerta alguna

ni calentó más

ninguna alcoba.

¿Lo quería así

la campana

que como loca

revoloteaba

repicando

cuando

enviudó

y se quedó

sola?

¿Lo quiso

la vida?

¿Es vida

la vida

que se vive sola?

Preguntárselo

a ella

ahora;

ahora que está vieja

y sola.



HERMANO DE PATERA

Luce el sol:

Calienta.

Puede que más bien

abrase

la piel delicada del blanco,

pero la tuya,

morena,

lo agradece.

Frío y frío.

Mar y agua,

hondura de onda

y desolación

de mar

en pos de una sola

cosa:

mejorar la vida,

si la vida la mejora

el apartamento

apretado,

la chabola

y el desprecio

en la mirada,

callado,

de aquel que de ti

se sirve

y piensa que junto e él,

emigrante,

ya no eres desdichado.

Asombro

de asombro de incultura;

de sociedad

en puro escombro,

inculta

y tediosa,

aburrida.

Mortalmente herida

por la búsqueda

incesante

de los euros

apartando,

u hocicando

en la mentira,

mientras el político

gira y cambia,

levita,

grita,

vive alzado

del suelo

que no pisa,

y del que ha pisado

para hundir

y seguir

en la lid

de ser

por la calle,

por la alameda

señalado.

Contigo a tu lado,

amigo emigrante,

camarada de patera,

he estado

y voy a estar

mientras tenga

dedos

para escribir

y un teclado:

hermano de patera,

hermano.

L A
I B E R I A D A
C O LO M B I N A


La gesta de Cristóbal Colón, escrita en verso, abarcando unas doscientas ochenta páginas en versos heptasílabos y decasílabos principalmente, rimados en consonante, es una poesía épica o narrativa que para nada despoja el mucho dolor; los gozos y las muchas pesadumbres de un Almirante, de un marino que, una vez finalizado el primer viaje explorador, se convirtió en un excelente navegante, utilizando la ciencia lusitana al respecto, como país adelantado y lanzadera de naves hacia una mar oceana llena de mitologías: de mares de cuesta arriba, de un ecuador cuyo calor hacia que las naos ardieran, y todo un mundo de ignorancia que mantenía a todos los marinos próximos a la costa, excepto los grandes mareante portugueses que se lanzaron a su exploración adelantando los conocimientos del mundo.
Un Cristóbal Colón, de origen portugués, de la isla de Porto Santo, que nada más realizar el primer asentamiento en Isabela se enfrenta con la Iglesia vaticana y, desde ese minuto, comienzan sus pesares y problemas.


Tal como se iniciaba

por aquel tiempo una narración

que el clero manoseaba

para darle autorización,

comienza ésta que yo deseaba:


En el nombre del Padre,

que, desde su altura azul del cielo,

hizo que nada cuadre

según y como seria anhelo

de los nacidos de buena madre


Porque con extrañeza,

vemos que, desde su azul altura,

no asomó su cabeza,

ordenando a la Iberia cordura

y justicia a todo lo que empieza

-------0000-------


Y cuando está admitida

la teoría de la redondez,

habrá que armar partida,

que aclare este cierto parecer.


Y ya los lusitanos,

pueblo que tuvo buenos monarcas,

surcan los océanos

sin escatimar oro a sus arcas


Y por rumbos seguros

sin ver costa alguna los marinos

avanzan los futuros

por los vastos azules caminos.

-------0000--------

Isabel y Fernando,

monta ella, y monta el otro tanto,

con sangre van aunando

villas y tierras bajo su manto

para ir La Ibérica agradando


Donde el rojo estandarte

del moro infiel de la media luna

no halle baluarte

para tremolar bandera alguna

que no sea aquella, la que comparte


Con una cruz la espada

bajo el más sangriento maridaje.

Dándose por ganada

la estancia cuando llegue el viaje

que convierte al hombre en polvo y nada.


Y hacia el sur y al levante,

hacia la al-Andalus de verdura,

el cristiano ignorante

quema y destruye la gran cultura

de un gran pueblo bereber triunfante







jueves, 11 de junio de 2009


LICOR DE MORA


Hasan, hijo de Hasan, nieto de Hasan, de la familia de los Benimajlad, llega como inmigrante a Murcia a trabajar en labores agrícolas. Una Central Sindical (Comisiones Obreras) se preocupa que aprenda el español y alcance cultura. Hasan, por primera vez tendrá conciencia del paso de sus antepasados por la Iberia, y reclamará la propiedad de las tierras de sus mayores.
Novela con pinceladas de hechos históricos reales acaecidos en una Murcia mora, y en un Marruecos raíz de todos nuestros sentimientos
y forma de ser.










JUAN ELADIO PALMIS

martes, 20 de enero de 2009

NOVELA INÉDITA


CAMAROTE ABIERTO

Abrir el camarote de un barco, lo mismo da que sea de viaje tras oceánicos que de aquellos de recorrido más corto, es entrar a saber y conocer un poco más de las ignoradas gentes que, a bordo de los barcos, unen, como pocas profesiones los hacen, los distintos pueblos y continentes entre sí.
La soledad, unas guardias y faenas sin apenas horas para un raquítico descanso, junto a las tremendas nostalgias de los puertos, hacen de los embarcados, de las gentes de mar, personas de una pasta diferente, ni mejor ni peor, pero diferentes en sus anhelos, alegrías e ilusiones a las otras gentes que caminan por la tierra firme.
Camarote abierto es una novelas realista, alegre y melancólica, que refleja con toda su realidad la vida a bordo de los buques.







jueves, 8 de enero de 2009

TRABAJOS INÉDITOS



Por Aquellos Tiempos

Juan Eladio Palmis

Novela - 261 Páginas


Y como aquel fue mi tiempo, y estos renglones son mis renglones, sin soberbia alguna, pero sin humildad, intento que se queden reflejando la manera en la que se vivía en la España de mi infancia. Muy cercana en el concepto tiempo, y muy lejana en la memoria colectiva de todo un país que aún conserva en muchas manos y orejas las huellas de los sabañones, y las hambrunas pasadas al repique intensivo, como de aparente alegría, de las campanas de los campanarios.




Versos de Cuba y Malecón

Juan Eladio Palmis



Versos de Cuba y Malecón, es un racimo de versos (87 en total) que como son de Cuba y su Malecón habanero, no podía titularlos de otro modo. Del mismo modo que la Cuba de la cual proceden no son de aquella superficial y altiva, con látigo colonial, sino de la voluptuosa, de movimientos y pausas diferentes, únicos, si cabe eróticos, espejo de un pueblo nacido para la música, el baile, la conversación; inquietud por el conocimiento y la cultura, y saber vivir la vida, de la que mucha, ellos me dan cuando beso su tierra.

Versos de Cuna y Poca Luna

Juan Eladio Palmis

Versos de Cuna y Poca Luna, son reglones, (120 poemas) muchos de ellos, fruto de apenas apretar el recuerdo, y por algunos pocos se puede entrever aquel tiempo, a pesar del clero, espada afilada en lengua y espada de Franco, el sudor de la correntilla y el corazón latiendo por la carrera en el juego del pilla- pilla, el futbol y las espadas de madera.
Quizás abunde más la incomprensión por las cosas incomprendidas, no ya cuando se es niño y no se le ve sentido, sino cuando de más mayor llama a tu puerta la vida con carnet y pasaporte, y te aprestas confuso a vivirla.
Mis versos son parte de mi vida, pero los llenan, a muchos de ellos, especialmente mi feliz infancia.







Taconazo español en Popayán y cuba

Juan Eladio Palmis
Ensayo- 473 Páginas

A Miguel Tacón y Rosique, Cartagena, España, 1.775. Madrid 1.855, marino y después militar del ejército de tierra, gobernador en su día de Popayán, Colombia, y capitán general de Cuba, como los dos cargos más relevantes de su vida, le cabe en su historial el haber trabajado con todas las fuerzas de su desprecio hacia los indianos y criollos, para que se iniciara la primera gran escaramuza generadora de las guerras civiles que en las tierras continentales indianas se desarrollaron para que el león imperial Ibérico, derrotado, se volviese a este lado de la mar a rascarse las pulgas. Y en Cuba, al margen de poner la isla socialmente al borde de una catastrófica guerra civil, plantó Tacón por doquier, en una tierra de dulzura, una animadversión hacia España y lo español, que aventó toda duda al respecto de los cubanos sobre su continuada o no vinculación con España.
Y con rabia y resolución lanzaron, sin ya posible vuelta atrás, el emancipador grito liberalizador de Yara.Y todo gracias al despótico proceder de un mando español desplazado a Las Indias, donde con toda fidelidad reflejó el sentimiento real de lo que sentía la España oficial, con su clero a la cabeza, hacia las colonias que le daban mantenimiento.

miércoles, 7 de enero de 2009

VERSOS TANGERINOS Y DE INVIERNO









VERSOS TANGERINOS
Un verso
hecho en y para Tánger
es un verso tangerino.

Un amor, un deseo
un afán, una melancolía
nunca será en Tánger
un sentimiento truncado,
cortado, mutilado,
perdido ni apagado.

Y es difícil que naciendo allí,
en aquel rincón
donde hasta la rana
se acicala en la noche
para que su canto
abandone la monotonía
de un croar sin encanto,
y donde cualquier sentimiento
que aflore
tarde sepa del olvido,
del que rápido
en otra parte,
en nuestro tiempo actual
que todo lo tiene
como enloquecido,
lo deshace
en un chasquido,
en Tánger perdura
si tiene
contenido.

Yo se que en Tánger
no se inventó ni el cañón,
ni la pólvora,
ni la computadora,
ni los flujos de capital,
ni los relojes de gran precisión
para fijar la hora.
Y aunque tampoco se inventó el amor
ni el maridaje entre la tierra y el mar,
o entre un hombre y una mujer,
como en ningún otro lugar
por allí nace todo
con mayor contenido.

Pisando su hermoso suelo,
ajeno total a mi voluntad,
comenzaron a brotar
unos versos,
que si brotaron en Tánger,
serán tangerinos;
y ahora esos versos
inician su vuelo.





SI TU QUISIERAS

Marruecos
si tú quisieras,
si me quisieras para hacerte un verso
sosegado,
tranquilo,
un verso de alguien que está de vuelta,
que está de tarde,
de invierno,
pero con la mañana fresca,
el verso que me nace
y me brota
mientras paseo
por tus campos,
por Kenitra, por ejemplo,
para ver llegar como llega,
distinta a todas partes
el oscurecer y la tarde,
y la noche…
Si tu quisieras
como yo quiero y deseo
verme andando por tus altos trigos,
por tus campos llanos,
por tus cerros redondos…

Todo y cuanto siento que tu me das,
si quisieras, Marruecos,
quedaría fijo en un verso
hacia esa tierra
que tanto quiero,
que quiero tanto.



PEREGRINO POR LA ARENA

Iba distante,
como distraído,
con la mirada arena adelante
peregrino:
peregrino del desierto:
caminante beduino
meciendo la ola,
el barco de carne:
blanco color ceniza
el camello,
y azul,
azul y moreno
el camellero peregrino
del mirar distante.

Pisando despacio
pasaste seguro
por mi lado,
pero distante,
y apenas sin mirarme
más allá de un segundo,
porque la mirada
arenas adelante
por una senda que tu conoces
en la que
como en otras tantas cosas,
yo,
soy un pobre ignorante.
Aquel Sahara
y aquella tarde roja
preñado el cielo
de las cruentas luchas de sangre
de los soles y los vientos por los cielos,
por las tardes del desierto:
Inigualables,
Tú, camellero peregrino
pasaste.

Y al verte sentí
que vivir sintiendo
y amando el camino,
es vivir orgulloso de vivir,
y donde se puede tener
todo,
como tú lo tienes,
en una sola tarde.



CABELLO NEGRO


No se si cogió la noche,
o de carbón molido
finamente dispuesto,
el cabello tuyo
negro, negro,
se hizo negro,
porque no sé de dónde
se puede coger tanto
y tan brillante
y tan bonito
cabello negro

Se lo pregunté al poeta
de verso cierto
y atinado,
y nada supo.
Se lo pregunté
al que raudo
desmonta la duda
porque conoce
todo lo incierto
y lo imaginado.
Y como no tuve repuesta,
por preguntar,
se lo pregunté también
al que le da negrura
a los pozos hondos,
y a cuantos temblando,
según,
generan los pensamientos negros
de los que dicen
se avergüenza la alcoba,
la tarde,
y la alameda.

A todos les pregunté
de dónde coge una mujer
una cabellera
tan bonita y negra.

El poniente,
el viento que venía
con hartura de mar,
entre silbo y silbo,
me dio la repuesta:
Yo, en altamar,
de una nube negra,
madre de un huracán,
hace tiempo,
cuando era niña
le traje yo la cabellera
para hacerla reina
entre el coral
y la perla negra,
mora:
mora de Marruecos:
zagala mora.




JORNADA EN EL SAHARA


Otra vez desierto…
Y más desierto todo por delante.
Las dunas tienen todavía
el frescor de anoche
cuando la luna las dejó quietas,
paradas,
sin mover ni un grano
de su arena roja.

Y jugando luna y duna
y alguna sombra implicada
hicieron anoche,
esta noche,
una noche
de juegos entretenidos
por ser juegos naturales,
juegos son de vida,
en una tierra,
en un desierto,
que muchos,
los que no conocen,
la llaman tierra desolada.

Camello y camellero,
y el fuego de la noche
mientras me abrigo
sobre el saco de dormir
en el suelo,
teniendo
por lámparas encendidas
millares de estrellas,
y todas,
una a una,
parecen más que estrellas
luceros,
en una noche,
en un territorio
que llaman desolado,
donde nunca por nunca
el hombre ha estado
más metido,
y adosado.

A la mañana siguiente,
desierto,
más desierto;
otra vez desierto
y el sol arriba.
Sahara
tal y como eres
siempre te había imaginado.
Y a lo mejor eres la única cosa
en todo mi mundo
que visto en la realidad
tiene las formas
del sueño soñado.

Y cuando llega la noche,
sin luna o con ella,
la noche se enciende
con sólo
las estrellas de arriba
abriendo braseros en el cielo,
hogueras,
que las unas titilan
y las otras se quedan quietas
alumbrando.

Y es cuando a veces pienso
Sahara,
que en el mundo
tu eres el único lugar
que sin sol ni luna
podrías vivir
encendiendo y apagando luceros.

Y aunque sean muchos
todas las noches,
todas las que en ti velo,
me entretengo y los cuento
antes de dormir
no sea que algún ladrón,
envidioso estrellero,
para otro cielo los robe
y se los lleve.


VERSO DE INVIERNO

A la primavera
hacerle un verso
o un poema,
puede que resulte fácil
para todo aquel que ande
metido en cosas que hurgan
las musarañas de los sueños.
Pero al invierno,
hacerle un verso a la tarde gris,
oscura y corta,
que acongoja,
que da como frío dentro,
más adentro
de donde dicen
que tenemos
el alma,
ya no es cosa de poeta,
porque hacer un verso de invierno
puede tener semejanza
con un cántaro roto
con el asa que descansa
en un camino
su arcilla
que en otro tiempo
llevó agua.

Un verso en invierno
también puede ser
como el aljibe vació
que canta el eco
y dice estar listo,
preparado
para recibir
el agua con sus colores,
dos: uno,
azul de cielo,
y otro,
azul de agua
que se hará
blanco en las flores
para las mieles
primaverales.




SIN REGRESO

Dicen que por tu boca,
por tus labios
martillo y yunque
del fuego interno
que ellos provocan,
el monje renegó,
la lesbiana
se hizo monja
y se amotinó
una fabrica
donde se fabrica
el caramelo
y la seda.

Dicen que tú
y tu boca,
al caminante,
al que espera
el mejor autobús
para viajar la vida,
se le hicieron agua
que no mueve molino
las ansias
de tenerte.

Dicen,
que si tu vas conmigo,
es para perderme.
Pero ni una sola
migan de pan,
a lo pulgarcito
he arrojado
para volver
si alguna vez
dejas
o dejo
de quererte.



VIENTO DEL SUR

Hoy sopla viento del sur
el que trae al pobre
el miedo del cayuco
y la patera.

Hoy sopla del sur
un viento que se ha hecho solano
en la tierra austral
donde nada sopla
y todo está
al borde de los bordes.

Los pobres,
si son pobres,
razonamos desde aquí,
ventaja nos llevan
todos ellos al morir
que no se dejan,
fuera de la vida,
de sus propias vidas,
nada del confort
tan necesario para vivir.

Cualquier día
que esté lúcido de necesidad,
sin billete,
me subiré en un viento ardiente
y cabalgaré hacia el sur
antes de que se apague,
como se consume un candil,
el último pobre,
por la necia necesidad
que tienen muchos hipócritas
de decir es sus altares
que aman a los pobres.

ACOSTADO
Cuando te vi
acostado,
muerto:
mil veces muerto
como querían
y quieren
los lacayos,
me dije:
Che Guevara,
lo tuyo,
no lo han logrado.
No lograron
que las gentes,
los bien andados
digan tu nombre
mientras el hombre
tenga libre el corazón
y no lo tenga atado
a la triste cadena
de un credo
que no sea el
credo único:
el revolucionario.

Todos los otros,
todos,
absolutamente
todos,
son credos
mal rezados
y peor aplicados.



COMANDANTE
Vendrán tiempos
Comandante,
vendrán
abanderando
puentes de plata
para que los hombres
caminen
en la polvorienta
manada
con pastores
de los que se dicen
ser gentes avanzadas:
las más civilizadas.

Vendrán,
Comandante,
vendrán.
Pero te he visto
Fidel Castro
y escuchado
en mi lejanía
de no haber estado
por sierra alguna,
decirle al hombre
que tan solo
se hace
hombre
que camina
alzado,
levantado,
sin más pastor
que la inteligencia
de ser hombre hombre,
sin condiciones
realizado;
abierto y abocado
cuando
con su propia estatura
está elevado.

Y se,
porque he vivido
lo suficiente
con anteriores
pastores,
que los puentes
de plata
señalados
por esas otras gentes,
Comandante,
más que pisos
para pasos,
son lazos
donde humillado
quedará,
aún más,
el hombre,
si cabe ser
más humillado.

Sabes, Comandante,
cuando se camina
y se topa
con gente
que es gente como tu,
hasta se alegra el paso,
y la desgana acumulada
se derrite como grasa,
y se piensa
que algo merece la pena
el que se vaya dando
vueltas
por un mundo
mareado
de su propio giro;
embriagado
del vino que le hacen
beber
cuantos
continuamente
mienten
y son,
por la incultura mundial,
blasonados.

A mi,
Comandante,
se me avejentó
la ropa y el aliento:
Se me hizo vieja
la que creí mi tierra
para mis andares.

Pero viéndote,
anoche mismo,
sentí mi ropa nueva,
diferente,
dispuesta a seguir
aguantando
y aguantándome
y girando,
porque en apariencia
toda parece igual,
pero tus guiños
al destino
sacan días
que mantienen cerrada
la puerta
a los indicadores
de puentes de plata
y oro,
y en la boca
se les ve una mueca
inoportuna
de hijos de mala madre
que por toda sonrisa
la vida les ha dejado,
mientras que tu sonríes
por encima;
muy por encima
del tiempo
y del intento rabioso
de que ni tu sombra
deje señal
en el suelo
por donde has pasado
alegrando el sueño
y el día
de cuantos
tuvimos
por forma de vida
estar sentados
sin Sierra Maestra alguna,
pero la suerte
de ser por ti
informados
y orientados.


SUEÑOS

sueño con ir
sierra arriba
siendo todo,
de pies a cabeza,
un guerrillero de monte
de los de verdad.

Porque por aquí
abajo
está todo
tan trastocado
que ya nadie quiere
saber nada
de nada
fuera
de su propio convite
y cama.

Y si fuera
guerrillero,
de los del fusil
y credo claro,
ir contra la injusticia
es un don
que no se hereda
ni se compra
si no es
luchando
contra la mentira
y la falta de verdad
a las claras.

DE CUBA DIJE
De Cuba,
dije y digo,
son muchos de los aires;
de los vientos,
que le dan las alas
para que vuelen
todos y cada uno
de mis versos.

De Cuba,
dije y digo,
son los besos;
el millón de amar;
tu amor,
tu amar,
que se quedó
aguardando
en cada piedra,
o quizás jugando
entre las olas del malecón,
o, quizás quieto,
como soñando
por La Habana vieja,
por el Vedado,
aguardándote
y aguardando.

De Cuba,
dije,
y tengo que decir,
que latiendo vivos
llevo,
mientras viva
y haya para mi tiempo,
amores amarillos
de tiempos nuevos,
en tiempos viejos,
gastados.
De Cuba,
voy a decir
que por las verdes
y por las amarillas cañas,
por las palmas;
por una mulata clara,
de canela,
de melaza,
van cosidos,
y cogidos,
unidos,
todos y cada uno,
de mis sueños,
los que están
y los que han de venir
en todos mis tiempos
que son tus tiempos.

Y si hablé
de un verso
por ti y para ti,
en el instante que lo dije
ya estaba hecho,
no de aire,
o de aliento,
o de pena,
sino alegre
porque existes tu,
el sol,
la tarde,
y un viento que,
cuando sopla,
salta y vuela por Cuba,
por Amarillas,
un pueblito
de Cuba que quiero
y siento,
y es un viento
y es un verso
alegre como tu mulata:
quieto, parado,
dulce, amable,
y a la vez,
inquieto
como una lagartija,
y viajero.
DEL ALTIPLANO

No mucho más alto
que un cóndor
puesto en pie,
era
su estatura.
Pero ya sabemos
que el hombre
no necesita
talla de osamenta
para dar la altura.

Cayó junto al Che
por la selva
adentro
de una Bolivia
de lágrimas,
de llanto continuo
de pueblo y tierra
quebrada,
humillada,
vendida,
vejada.

Un guerrillero
que se fue,
sin nombre escrito
aunque nos quedó
su hazaña.

Y como en la cabaña
en la que nació
el compañero
del Che,
por caber no cabía
ni una pena más,
vivió desde bebecito
chupando y mamando
pena tras pena.

Aguantar la rabia
y la resignación
le gusta al patrón
y lo pregona,
agitando con ira
y soberbia la papada,
el clérigo,
en referencia al peón
y lo fácil
que lo va
a tener
en una muerte
temprana
para estar
más eternidad
adorando
a dios.

Y cuando
con el estómago
lleno,
clérigo y cacique
se van para la cama,
el pobre
para la noche,
se lleva la rabia
a su estera
o a la hamaca
o al puro
suelo
en su cabaña.

El guerrillero
que nombro,
compañero
del Che,
de estatura
baja
y alta talla,
no se le escapó
ni una lágrima
cuando en La Higuera
asesinaron,
por orden
de la Cia
el cuerpo
del Che Guevara.

De la aldea
a la selva,
al matorral
con El Che
cuando
se fue,
de toda su vida,
fue su mejor
etapa.

Y un guerrillero,
pecho amplio,
voz de timple
por el aire frió
de la noche larga,
de vigía y vigilia,
de acecho,
de calor,
y de escarcha,
cuando muere
junto al Che,
muere
pero mucho menos
que si muriera
reventado
en la peonada.

Una vida,
del camarada
del Che,
en apariencia
perdida,
de la que
cacique y clérigo
pensaban
se alzaban tan solo
para fertilizar
con su esqueleto
la finca,
el cortijo,
la dehesa,
la hacienda
o la estancia.

Pero entended
que prendida
su vida de guerrillero
la llevo
como la mejor vida
cantada
en mi canto,
en la misma lucha
por la lucha
de mi verso
y mi palabra
por una América
morena
que agoniza
a las mismas puertas
de poder ser
la mejor
y la más amplia
casa
entre las casas
para ser
habitada.



MADRE
En asuntos
de pan,
apenas llegó
al mendrugo.

Y aunque todos
dicen
que al nacer
ya nació
como hombre vencido,
alguien en su barba
puso
la guerrilla
y la rabia,
y un fusil
mucho antes
que hasta podrida
le hirviera la sangre
por la herida abierta.

Madre,
una guerrilla
tengo
en el monte,
madre,
que me espera.

Porque
entre el mendrugo
de pan,
la injusticia
y la miseria,
prefiero irme,
madre,
a luchar a la sierra,
donde siempre
se han ido
los hombres
buscando
apartar las hambres
y las miserias.

Madre,
una guerrilla
tengo
en la sierra
que me espera.



A LOS EE.UU

Ni roto en cien pedazos
tu país
de gente de carne andando,
dan otra cosa que peso,
y un aullido de miedo
la brutal ignorancia
que aún en plena luz,
asusta hasta los perros,
a los que pasan de todo
por ser perros
callejeros,
y les das
como país de rapiña
y guerra,
padre y madre
de todas las guerras
y los desconsuelos,
les das miedo.

Si cerca de ti
tuviera que pasar
asustado de ser,
de que me digan,
que soy tu hermano,
nunca alces,
ni para un simple saludo
tu ensangrentada mano.

De ti solo quiero
lo mismo,
la misma regla,
la misma ley que aplicas,
según tú,
por su bien,
de un modo desinteresado,
al que dices
que es tu amigo:
tu aliado.
POBRES
Quiero contar
y juntar
uno a uno
a los pobres,
a los que saben
y a los que no,
que un día
con ellos
quiso su vida
echar
un poeta de Cuba,
José Martí,
cubano
de los de verdad.

Y quiero,
por bandera
caña, platanal,
tierra removida
y viento
venciendo
al verde y blanco
algodonal.
Y al hombre:
hombre blanco
hombre negro,
o esclavo
o aquel liberto
de vientre y látigo
lo quiero libre;
libre como un cielo
abierto o cerrado
de nubes,
cerrado o abierto,
pero nunca
látigo y puñal,
que golpea,
entra o sale;
camino sangrante
de piel,
o que pasa y llega
el metal:
arado de mal acero
para sembrar,
usado
en matar
y mutilar.

Y el trigo
lo quiero rubio,
maduro,
y el maíz,
la mazorca,
verde a reventar.

Y el agua,
agua,
mucha agua
para beber y regar;
y saliva en la boca
para hablar;
hablar y contar
que hubo un tiempo,
un tiempo de atrás
que los pobres
contaban,
que el poeta
los contaba
y les cantaba
sin usarlos
para engalanar
trova alguna,
ningún altar,
ninguna boca
de político barato,
de mala gente
de mala paga
y peor pan.

Si los cuento
en la cuenta
del contador
y amigo
José Martí.
Si tengo pobres
y vendo pobres
empaquetados
al por menor,
será por una
sinvergonzonería
al por mayor
de la humanidad entera,
sin el poeta
que con ellos
quería
su suerte echar.



CUBANO
Déjame un hueco
de amigo,
de hermano
entre tu tierra,
¡déjamelo!

Y si lo haces
no te olvides
que yo,
pese a mi acento,
nunca voy
ni a intentar
darte un consejo,
de los que hacen daño
solo con ofrecerlos
cuando se ofrecen
sin adelantar la mano.

Tu Cuba,
eres,
por lo menos para mi,
Las Indias,
El Dorado,
las Américas
del ensueño
de mis abuelos
¿Cómo puedo
yo
hacerte daño?

Un verso
quisiera hacerte
del color chocolate
de tu ron añejo:
que estuviera su color
entre el del cobre
y el del estaño,
como luce
la piel
de esa mulata
que cuando me da la mano,
La Habana entera
se entera,
porque su calor,
de tanto ardor
abrasa
la piel de mi mano.

Y después
hacerte
otro verso
de color verde:
flexible
como tu palma,
o canela
como la piel
de la cubana
que pasa y pasa
sonriendo
a la vida
y a la gracia,
dándote
Cuba,
América,
la seguridad
que en tu casa
de colores
cualquier hombre
tiene asiento
y morada
si te pide permiso
de entrada.

Y si no alcanzo
en ese intento
un verso
de emoción
y colores
por la tierra
que ayer
fue ilusión abierta
al sueño
de vida
de mis mayores,
déjame que te diga,
Cuba,
verso aparte,
que cuando te veo,
lo saben mis amigos,
es tanto lo que te quiero
que ladrón de ti,
al besar tu suelo
engullo siempre
un poco de tu tierra
para mi intimo
y particular
consuelo.

Y alguien
que besa
y engulle
tierra en tu tierra
nunca,
Cuba,
América Morena,
podrá darte
consejo alguno
ni hacerte
el más mínimo
daño.


TE MIRO
Te miro
mientras duermes,
mientras está la noche
rondando
su ronda
de tiempo oscuro
por tu calle
y por tu casa,
y por tu cama
que también es mía
de contrabando.

Te miro,
mientras por la
habitación,
por tu habitación,
ha pasado
antes que tu te durmieras
ese calor derretido,
como chocolate
caliente
que en Cuba,
como si fuera metal
colado
funde una vida,
hace la piel ardiente
de una mujer
como la tuya,
mulata.

En el amor de siempre,
en el de propiedad,
esclavo
y esclava
como de aquel tiempo
pasado,
tu y yo
encadenados
caminamos
hoy,
porque el amor,
según dicen,
mientras vive
solo tiene presente,
y se mantiene vivo,
vigente,
sin atender otra cosa
que su girar
huracanado
cuando es ardiente.

No se
como definir
al nuestro,
pero cuando te miro
al abrir los ojos
primerizos
a la luz que alumbra
la mañana,
o cuando se mueven
por primera vez
al día tus labios,
el te quiero
que me dicen los dos
es tan sincero,
tan real,
que la propia luz
que al abrir tus ojos
al día
y tus labios
a mis besos,
detienen el mundo
y su movimiento.

Y dormida,
o despierta ya
cuando estas vestida,
o cuando
llevas puesto
tan solo
el vestido
amoroso de mujer,
de hembra
que mata y aleja
la soledad,
el sin sentir
y el sinsentido
de cualquier vida
que no pueda
tener a su lado dormida
o despierta
una mujer como tu,
mulata de Cuba,
mulata,
ni es vida esa vida,
ni es nada
esa vida vacía
y vana.


NUNCA SABRÉ

Nunca sabré
por qué busco
cuando alzo la vista
algo
que sea diferente
del cielo cotidiano:
del azul,
o del malamente
estrellado
de la tierra
en la que
porque quiero
o porque me ha tocado,
se van mis días
sin vuelta,
con altibajos
de subir
o bajar en el ánimo
y en las ganas
como lo hace el aire
con la cometa.

Ayer mismo
me pareció ver
entre dos nubes:
una blanca
abundante,
una nube, nube
de las que procuran
todo el cielo
para ellas,
a otra nubecita
de las pequeñas
que me parecía
mirar
por si la miraba
más que a la grande.

Sobre un cielo mojado
por el mar
donde estaban las dos
estuve,
horizonte adelante
pensando y soñando
la ventaja de ser nube
pequeña
y volar.

Porque de seguro,
aquella minúscula
e insignificante
nube,
que se fue por el poniente
adentro de la mar,
llevaba metido
como más amigo
que la grande,
el viento.

Ese viento mismo
que me empuja
a mi,
ignorante de que yo
soy una cometa atada
a una tierra,
por un hilo,
asido
por un montón de manos,
que no me dan
la libertad
de irme
poniente adentro
hasta llegar
y volar
sobre el cielo
de Cuba
para quedarme.


Muestra de Versos de Cuna y Poca Luna


VOLVER A LA INFANCIA

Si volviera
mi infancia,
aquella que se fue
sobre carros
y carretas
de mis propios
arrebatos
por días
anhelados por venir.

Si volviera.

Si yo supiera
hacerla volver
haciendo que gire
en sentido inverso
el planeta,
cogería
el salto feliz
de la infantil
carrera
para traérmelo
conmigo
sin más cosa,
sin más reflexión:
sin más vuelta.

Otras,
por el contrario,
de aquellas tardes
de invierno
frías,
cogería
el agrado
con el que me comía
el pan y chocolate,
que decían hecho
de algarroba,
de la merienda.

Y de aquella
amiguica,
la del pelo panocha,
limpia
y tierna,
recogería
la sonrisa
de su boca abierta
entre los lazos blancos
de sus trenzas.

Todas aquellas cosas,
aquellas,
que valían más
que cinco cromos,
que una peonza
y su cuerda.

Aquellas cosas,
aquellas:
como saltar
una tapia
y correr
tras un colorín,
un verderón,
buscar el nido
de la totovía
entre el rastrojo,
o pisar el charco
helado
y romper
su espejo de hielo
cuyo crujido
y helor
en la distancia
me ha quedado.

Ay,
si todo aquello
volviera,
entonces,
os lo aseguro,
no me importaría
para nada
hacerme otra vez
viejo,
porque me haría
llevándome conmigo
dentro
todo lo mejor
que de mi infancia
hubiese guardado
como un cayado
para ayudarme
durante todo
mi tiempo.

PONER LA MANO

Nunca sabré
si la poesía
nace
o está ahí
viviendo agazapada
en el renglón
de un poema
ajena.

También
puede que esté
abierta,
a las claras,
a la vista
para que alguien
la recoja del aire,
de la voz,
y la lleve consigo
al papel
a que de la cara.

También puede
ocurrir
que sea ella
la que se quede
donde le venga
en gana
porque tiene
vida
y nacimiento
sola,
y todo lo demás
se vaya
porque le sobra.

Yo,
sin cesar,
busco topármela
en cada
renglón,
por cada poema,
para que se quede
quieta,
sin movimiento,
solo con su especial
fuego
que aviva la lumbre
del sentimiento
más parco
y primitivo
que pueda surgir
y estremecer
al hombre.

Pero ella
está en marcha
al capricho
de su propio movimiento,
y no entiende
el por qué
gentes
como yo
buscamos,
verso tras verso,
en la propia espiral
de los intentos
tratando de hilvanar
versos con poesía,
que nunca sabremos
de quién son,
o por qué están ahí
parando
la falta total
de posesión
y movimiento.

La poesía
debería de estar
como lo está
la higuera,
la palma,
el albaricoquero,
o la tomatera,
quieta.
Y como la nube
que vuela sola
y cuando quiere,
quita o da sol
como si ella fuera
fuente de luz,
destello,
y no un humo
que tampoco
es resto alguno
de fuego.

Así debería de ser
la poesía
que uno la agarre
y la meta,
con toda su grandeza
viva y coleando
dentro de un poema
para que le de belleza.

Sumando mucho tiempo
de mi han salido
bastantes versos
dentro de una cuenta
sin que me diera
cuenta.

Algunas veces
cuando tropiezo
con alguno
de aquellos versos
lejanos
que yo mismo
llamo viejos,
de los que trazó
mi mano
cuando joven,
no voy a decir
que los veo extraños,
pero muchas veces
me cuesta reconocer
que un día,
aquello,
saliera de mi mano.

Y si todos fueran así,
si cada verso mío
me fuera extraño,
no tendría duda
al respecto,
y podría escribir
la poesía está ahí,
quieta,
esperando,
y uno,
para siempre,
solo pone
HOLA

Para vivir
de mi copla;
del vino
que yo vendimio
y piso,
que al madurar
se hace verso
que me emborracha
a todas horas,
que me den el campo,
a ser posible
con un altivo
y ralo
arbolado,
o una calle desierta,
o un perro callejero
tumbado al sol,
o el simple olor
a tu ropa de algodón
recién lavada,
y embelesarme
viendo crecer el día
apartando aurora.

O viendo
como temprano
cae la lluvia;
pero esa tímida
que moja
como pidiendo
perdón
cuando están las sombras
del crepúsculo
sin saber lo que son:
si son noche
o son día,
y no quiere
la infantil lluvia
que le vean
sus desnudas
gotas
de agua pura
que cala
y cala
y remoja
y moja
el pan
y la hora dura.

Y esa lluvia
amiga mía,
cantarina y clara
que me cala
y canta
acunando los recuerdos
de mi infancia,
me lleva
hasta mi casa:
hasta aquella calle
ancha,
el árbol en la puerta
y el mojado
gorrión:
parte y arte
de mi infancia.

Y todo
porque de niño
desde mi ventana
en las noches atrevidas
en las que me levantaba
a ver la lluvia temprana
y la alborada,
desde entonces,
siempre,
siempre que me divisa
la lluvia temprana
me da un verso
y me saluda
con un emotivo
¡hola, mi buen amigo,
hola!
LA INFANCIA

Todas las infancias
se van camino del olvido
por los veinte años,
y vuelven precisas
y preciosas
cuando el tiempo,
el propio nuestro,
nos empieza
a llenar de años
y a contarnos
cosas
de cuando pequeños
nos alzábamos.

Cosas nuestras:
del ayer,
de la infancia olvidadiza
cuando la vida
parece ser solo
carne fresca,
viva,
con presente
y poco pasado.

Pero cuando se memoriza
y la vida
se hace reflexión,
de por ahí adentro
surge,
casi a cada instante,
la infancia de cada uno
que estaba dormida
dentro.

Y en ella,
en el tiempo
primigenio
de la infancia
nos apoyamos
como al bastón
el anciano.

Y ella
que no es rencorosa,
olvida nuestro olvido
de juventud
y nos da su mano.

Por la mía,
por mi infancia,
vuelan colorines,
nidos
en los árboles,
siestas
de interminable calor.
Mañanas de frío,
juegos con aros,
canicas,
trompas,
futbol
con pelotas de trapo.
Y una tarde
larga de verano
en la que me di cuenta
de que existían,
diferentes,
las zagalas.

Mi infancia,
ella sola se amasa
y se hace su pan
y su brasa,
y se enfría
en el agua sucia
de una posguerra
larga y dura
que no puedo olvidar
ni perdonar
por la brutal ignorancia
de los redentores,
que a los de buena
ley
llamaban la mala gente:
la manada.

Lo decía
el cura y el cacique
¡malaya!,

Porque el pan negro,
el carbón sin brasa,
el callado silencio
que por dentro
de mis mayores
estallaba,
después de tantos años
de penurias
propiciadas por los mismos,
no les sirvieron
para nada,
especialmente
a los que pretendían
que todos
nadáramos
en la ignorancia.

Y ese mal
tan ignominioso:
la ignorancia,
en mi infancia
tuve la suerte
de que de ella
me salvara,
porque en la isla
donde habitaba
estaba mi padre
y mi madre,
y dos personas
pudieron más
que el oro
del copón,
y el brillo
acerado
del sable.


VERSOS GASTADOS

Si a la mañana
con la boca amarga
te despiertas
con ganas
de decirme
adiós,
vete,
no lo dejes
para otro
día,
ni para ese mañana
que todos esperamos
distinto
almohada por almohada,
cama por cama.

Cuando a mi lado
te percates
de que no cantan
las fuentes,
ni hay carrozas de cristal,
zapatos, lacayos
y pajes.
Y cuando
por la casa única
que tuve
cuando tras de ti
fui
abriéndote al verso
que hasta mi mano
llega,
sus balcones
estén sin adornos,
mujer de arcilla
cocida:
al fin y al cabo
mujer de barro
que terminas
donde yo empiezo,
no lo dudes,
vete,
que cuando
tu caminar adelante,
me deje de lado,
como hombre
de verso viejo,
de sonsonete usado,
me refugiaré
en el refugio
que más sabe de mi,
haciendo versos
gastados.
MANADA
Al viento ventero
posada y local
donde van a velar
o a dormir
mis versos,
cada vez le escribo
más a menudo,
porque hasta mi boca
llegan
ácidos
tiempos y cosas
que me queman.

Y los hombres,
a mi alrededor
como en los peores tiempos
cuando no fueron
pueblo,
ni obreros,
ni labradores,
le ladran ahora
a la luna de sus
egoístas
sueños
esperando
que les caiga
la breva,
sin tan ni siquiera
alargar la caña
ni podar la higuera.

La libertad
no la venden
las grande superficies
ni los almacenes
por muchas que sean
sus rebajas
y sus ventas.

La dignidad
tampoco
la regalan:
se coge;
hay que cogerla,
si es menester
con los dientes.

Y mis hombres,
y unas mujeres
incipientes todos
en asuntos de libertad
de la que por siglos
estuvieron
ausentes
cuantos no precedieron,
siguen hablando,
hombres y mujeres,
mujeres y hombres,
pero cada cual
mirando su ombligo:
su propio vientre,
ajenos y ausentes
de hacer pueblo
y hacerse gente.

Y si escribo y digo
mis hombres
y mis mujeres,
carece el dicho
de rigor:
porque ni me siento con ellos,
ni quiero mesa
en tal manada
de callados orejeros
orientados,
sin criterio,
cómodos,
dispuestos tan sólo
a repetir
lo que los amos
escondidos
les dicen que digan
desde los medios
de comunicación,
que no son medios
sino enteros
al servicio
de su patrón,
y se hacen sus mentiras
religión
para sus egoístas sueños.