miércoles, 11 de noviembre de 2009

L A
I B E R I A D A
C O LO M B I N A


La gesta de Cristóbal Colón, escrita en verso, abarcando unas doscientas ochenta páginas en versos heptasílabos y decasílabos principalmente, rimados en consonante, es una poesía épica o narrativa que para nada despoja el mucho dolor; los gozos y las muchas pesadumbres de un Almirante, de un marino que, una vez finalizado el primer viaje explorador, se convirtió en un excelente navegante, utilizando la ciencia lusitana al respecto, como país adelantado y lanzadera de naves hacia una mar oceana llena de mitologías: de mares de cuesta arriba, de un ecuador cuyo calor hacia que las naos ardieran, y todo un mundo de ignorancia que mantenía a todos los marinos próximos a la costa, excepto los grandes mareante portugueses que se lanzaron a su exploración adelantando los conocimientos del mundo.
Un Cristóbal Colón, de origen portugués, de la isla de Porto Santo, que nada más realizar el primer asentamiento en Isabela se enfrenta con la Iglesia vaticana y, desde ese minuto, comienzan sus pesares y problemas.


Tal como se iniciaba

por aquel tiempo una narración

que el clero manoseaba

para darle autorización,

comienza ésta que yo deseaba:


En el nombre del Padre,

que, desde su altura azul del cielo,

hizo que nada cuadre

según y como seria anhelo

de los nacidos de buena madre


Porque con extrañeza,

vemos que, desde su azul altura,

no asomó su cabeza,

ordenando a la Iberia cordura

y justicia a todo lo que empieza

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Y cuando está admitida

la teoría de la redondez,

habrá que armar partida,

que aclare este cierto parecer.


Y ya los lusitanos,

pueblo que tuvo buenos monarcas,

surcan los océanos

sin escatimar oro a sus arcas


Y por rumbos seguros

sin ver costa alguna los marinos

avanzan los futuros

por los vastos azules caminos.

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Isabel y Fernando,

monta ella, y monta el otro tanto,

con sangre van aunando

villas y tierras bajo su manto

para ir La Ibérica agradando


Donde el rojo estandarte

del moro infiel de la media luna

no halle baluarte

para tremolar bandera alguna

que no sea aquella, la que comparte


Con una cruz la espada

bajo el más sangriento maridaje.

Dándose por ganada

la estancia cuando llegue el viaje

que convierte al hombre en polvo y nada.


Y hacia el sur y al levante,

hacia la al-Andalus de verdura,

el cristiano ignorante

quema y destruye la gran cultura

de un gran pueblo bereber triunfante







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